El amor: un principio rector y una disciplina
Para el creyente cristiano el amor es un principio rector, pero también es una disciplina de vida.
Como principio rector el amor direcciona y se alinea con el carácter de Dios, de quien las Escrituras declaran que es amor (1 Juan 4:8); pero como disciplina mueve la voluntad del creyente a realizar actos amatorios, como un acto de obediencia (voluntario, responsable y gozoso) al imperativo (mandato) de amar, tal como lo expresa 2 Juan 1:6 (RV60): «Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio”.
El amor es un principio rector
Como principio rector el amor regula y prioriza las motivaciones, los intereses y las relaciones. El amor, entonces, se convierte en una norma de actuación, que gobierna las actitudes y conductas del creyente. El amor se convierte así en una guía en el andar del creyente. Sí el creyente se apropia del amor como una referencia y valor de vida, su hablar será gentil y cortes, su actitud hacia otros será empática y comprensiva, sus acciones serán compasivas y benignas, porque esa es la naturaleza del amor.
El amor es una disciplina que se construye
El amor también es una disciplina, y como tal, requiere enfoque, intencionalidad, esfuerzo, conocimiento, aprendizaje y práctica para perfeccionarse. Esto implica definir el amor como una competencia o facultad que requiere ser desarrollada, que necesita ser trabajada y cultivada. Aprendemos a amar, amando, es decir, poniendo el amor en acción, lo cual requiere expresar mediante acciones nuestro amor a los otros, a través de actos de servicio, afirmación verbal, expresión de afecto, disposición a perdonar, apoyo en momentos de dificultad, trato considerado y respetuoso, entre otros.
Desde esta perspectiva el amor requiere aprendizaje, esfuerzo y práctica para consolidarlo y fortalecerlo.El amor es una fuerza, pero como toda fuerza requiere disciplina y esfuerzo para desarrollarla. Tal como ocurre con la fuerza física, así ocurre con la fuerza para amar.
Si se quiere crecer en el amor se debe invertir tiempo, recursos, atención y energía para desarrollarlo.
Citas Bíblicas para estudiar:
Amén
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