Si tomas conciencia de aquello en lo que brillas sin apenas esfuerzo, puedes identificar y activar talentos desaprovechados. Hacerlo lleva a disfrutar más de la vida y a crecer respetando la esencia personal.
Evoca con calma ocasiones de tu vida en las que te has sentido pletórico. ¿Qué las hizo valiosas? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué fortalezas te despiertan? Reconócete y descubre las facetas de tu ser que se desplegaban.
Reconoce tus habilidades
Son aquellas cosas que te salen de manera casi espontánea, en las que sobresales desde la infancia. Pueden ser capacidades operacionales, sociales, motoras, o de cualquier tipo, con las que disfrutes genuinamente sin apenas esfuerzo.
Recurre a personas próximas y pídeles que te definan con cinco cualidades. Después comprueba si se corresponden con aquello que tú reconoces en tu propio ser.
Acepta que esas habilidades que has reconocido forman parte de ti, de tu bagaje, y que está en tu naturaleza desarrollarlas. Da rienda suelta a tu creatividad, con toda naturalidad. Integra el desarrollo de estas capacidades en tu vida cotidiana.
Desarrolla tus capacidades
Aprende, practica, entrena, dedícales tiempo y formación. Te son genuinas pero pueden ir creciendo. Al hacerlo generarás entusiasmo, pero también necesitarás perseverancia para no abandonar tus objetivos por pereza o desidia. Son la esencia de tu ser.
Haz de tus destrezas una parte esencial de tu vida. Pueden formar parte de tu trabajo, permitiéndote que sobresalgas en él, pero también de tu actividad social o voluntaria, o de la forma de manejar tu entorno más íntimo. En cualquier caso, poco a poco tu esencia irá ocupando cada vez más esferas de tu vida.
Toma conciencia de quién eres. Permítete crecer en consonancia con tu esencia. Pasa a la acción. Mira cómo puedes colaborar con el mundo a partir de lo que eres, y no vaciles en hacerlo: es la clave de la coherencia con la vida.
Cultiva momentos de serenidad

Para aquietar el runrún mental y recuperar el sosiego y recuperar el contacto con tus motivaciones más íntimas puedes dedicar un tiempo a liberar el pensamiento, ya sea regresando a las sensaciones, observando el entorno o practicando ejercicios de meditación.
Busca un entorno agradable para realizar actividades que te satisfagan y que puedas hacer sin tener particularmente activa tu mente. Aquí entrarían todas las destrezas creativas, como hacer punto o manualidades. También serviría dar un paseo por un lugar hermoso intentando recuperar la atención cada vez que la pierdas.
Céntrate en algo que despierte alguno de tus sentidos: una flor, una vela encendida, la foto de un ser querido, un mandala… También sirve cerrar los ojos y centrarse en una música tranquila, siguiendo la melodía o un instrumento. Si estás paseando, observa y percibe los elementos más simples, como la forma de una piedra, la tonalidad de una hoja o el aroma de una planta.
El poder de la meditación
Para acostumbrarte a practicar meditación puedes realizar ejercicios muy simples, como contar respiraciones. Cada vez que inspiras y espiras cuenta uno, respira de nuevo y cuenta dos, respira y tres, respira y cuatro. Puedes ayudarte tocando cada uno de los dedos de la mano con el pulgar. No pasa nada si te despistas, lo importante es saber volver una y otra vez al objeto de atención.
Para avanzar en la práctica de la meditación puedes sentarte en una postura cómoda, con la espalda erguida y los ojos cerrados. Tras dos o tres respiraciones profundas puedes utilizar una frase espiritual como recordatorio.
Por ejemplo repetir y sentir: «estoy en paz conmigo y con el mundo» o bien mantras orientales como «om mani padre hum» o «sa ta na ma». Cuando te des cuenta de que un pensamiento te ha desviado la atención vuelve a la frase guía. Cada vez te será más fácil llegar a un estado de calma interior y alargar estos momentos de interioridad. Al principio puede bastar con meditar unos minutos.
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