viernes, marzo 29, 2024

¿Quién ha decidido cómo debías ser?

Las expectativas de los demás nos impulsan a superarnos o lastran nuestro crecimiento. Con aceptación y confianza, podemos ser la mejor versión de nosotros mismos.

Nuestra autoestima depende del concepto que tenemos de nuestra persona, y este concepto está fuertemente influenciado por las valoraciones de nuestras cualidades y defectos que percibimos en la gente que nos rodea.

Somos seres sociales y necesitamos ver nuestra imagen reflejada en el espejo social para contrastarla con la imagen que desearíamos generar. Nos dejamos guiar en gran manera por la ratificación externa, tanto para asumir cualidades como para dejar de luchar contra nuestros defectos.

En la niñez nos fuimos configurando en función de cómo nos veían nuestros padres, el resto de la familia, los maestros y los compañeros que tuvimos en la guardería y en la escuela.

La personalidad que nos construimos viene afectada directamente por nuestras creencias más íntimas, pero también por las expectativas que los demás tienen de nosotros. Hacemos todo lo posible, y más, para encajar con la imagen de nuestra persona que la sociedad nos proyecta, aunque no siempre lo hagamos de manera consciente.

Somos, en gran medida, lo que los demás esperaban que fuéramos.

Los efectos de las etiquetas: Profecías que se cumplen

A esta consecuencia del llamado efecto Pigmalión se la denomina la “profecía autocumplida”: las expectativas ajenas que percibimos (buenas o malas) nos incitan a actuar para convertirlas en realidad. “Ya que así me ven, así voy a actuar”.

Si una persona posee una autoestima alta:

  • Demostrará sus sentimientos positivos hacia sí mismo y hacia los demás de muchas maneras sutiles: sonreirá, mirará a los ojos, se mantendrá erguido, alargará la mano para saludar…
  • En general, creará a su alrededor un “ambiente” positivo.
  • La seguridad en sí mismo le permitirá afrontar el riesgo de nuevas actividades.
  • Demostrará una creatividad elevada en casi todo lo que haga.
  • Por tanto, recibirá aprobación por todo lo singular y destacable que consiga, lo cual contribuirá a incrementar, aún más, su autoestima.

Por el contrario, si tiene una baja autoestima:

  • Emitirá señales de angustia al proyectar sus sentimientos de inadaptación social.
  • El miedo a cometer errores que puedan acarrearle la desaprobación de los demás lo moverá a actuar con excesiva cautela.
  • Eludirá, siempre que pueda, cualquier expresión creativa o experimental.

Conviértete en tu propio escultor

En la edad adulta, la mejor fórmula es ser nuestro propio Pigmalión e ir esculpiendo cada día, poco a poco, la mejora de nuestra personalidad. Para ello es imprescindible gozar de una autoestima en buen estado.

Una persona con la autoestima baja tiene manera de poner remedio a su déficit, aunque deberá huir de caer en fórmulas simples del mal llamado “pensamiento positivo” porque, según un experimento realizado por psicólogos canadienses de las Universidades de Waterloo y de New Brunswick, repetirse autoalabanzas no necesariamente mejora la autoestima en las personas que la a rebajarla más.

Si una persona no confía suficientemente en sí misma, repetirse “soy apto para todo”, “soy genial” o “soy extremadamente hábil» puede generarle una contradicción con su autoimagen y dificultarle cualquier intento de superación.

La autoestima se acrecienta con la aceptación de las propias carencias, con la voluntad de sacar cualidades de los defectos propios, con atreverse a adoptar un plan de cambios con objetivos que sean claros y asequibles y, sobre todo, sabiendo rodearse de afectos y apartándose inexorablemente de relaciones personales tóxicas y de las influencias nefastas de la publicidad y las modas.

Se trata de quitarse de encima la obsesión por querer ser perfecto y dedicarse a esculpir con paciencia, día a día, los puntos fuertes que todos y cada uno de nosotros tenemos, limar las asperezas. La ambición de ser mejores nos mueve a perseguir nuestros sueños, y si perseveramos y no nos rendimos frente a las dificultades, puede que, con el tiempo, consigamos ser lo que en verdad nos gustaría ser.

Busca tu mejor versión

Debemos asumir que nunca alcanzaremos la perfección, algo que tan siquiera es deseable. Lo más inteligente es conseguir la mejor versión posible de uno mismo.

Elige a quién creer

Preocuparte por la opinión que se forman de ti los demás no conduce a nada, salvo probablemente a la inseguridad y la frustración. Solo debe importarte la opinión de las personas a quienes quieres y valoras.

Acepta el rechazo

Siempre habrá personas que nos rechazarán o a las que no caeremos bien. Hay que aceptarlo. Tampoco nosotros tenemos afinidad con todo el mundo, ¿verdad?

Valora lo bueno y lo malo

No hay que tener miedo a los fracasos. Es ley de vida que se alternen con los éxitos. La experiencia no es otra cosa que la buena digestión de los reveses y errores cometidos. Conviene aprender de ellos.

Libérate de presiones ajenas

Delimita con nitidez tu lugar en el mundo y entre los demás. Imperfecto, pero libre de presiones ajenas, contento de ser como eres y feliz de ser quien eres.

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