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Amor es Una Persona: Día 6 – Romanos 15:7 – May 2

El Amor No Demanda Las Cosas A Su Manera 

Las relaciones serían fáciles si no fuera por las personas. ¡Es una declaración humorística, pero muy precisa! 

Incluso las mejores relaciones pueden ser difíciles de navegar. Después de todo, somos personas imperfectas tratando de coexistir, y entre más cercana la relación, lo más difícil que puede ser. 

Todos tenemos nuestras maneras —nuestros hábitos y peculiaridades. “Nuestro modo” es el cómo, cuándo, o porqué hacemos las cosas o pensamos que deben ser hechas. La mayoría de matrimonios tienen un desacuerdo con respecto a cómo debe colgarse el papel higiénico, como deben ser dobladas las toallas y las camisetas, la disciplina de los hijos, la temperatura del termostato. Los hijos ciertamente tienen sus modos y usualmente es diferente a el nuestro.  Nos gusta nuestro modo. ¡A menudo creemos que “mi modo es el modo correcto”, y tu modo no lo es! 

Cuando tu modo se cruza con el mío, seguido hay conflicto y fricción. Esta encrucijada nos presenta una oportunidad: la oportunidad de practicar amar ocurre en la intersección de tu modo y el de los demás. En esta intersección de modos, 1 Corintios 13:5 nos recuerda, “El amor no se comporta con rudeza”.  

Cuando seguimos y concordamos con el modo de Dios, nuestro modo pierde poder sobre nosotros. Conforme nos alineamos con Él y le damos nuestro derecho a estar en lo correcto, ganamos libertad en no tener que “ganar” todo el tiempo. El amor escoge dar la gloria a Dios en lugar de ser impulsados en tener la última palabra o estar en lo correcto. Después de todo, cuando hacemos nuestra voluntad para ganar o estar en lo correcto, alguien más tiene que perder y lo único que hemos ganado es alagar tu orgullo. Nosotros decidimos si ganamos, o gana el amor, porque 1 Corintios 13:5 dice “El amor no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”.  El amor no busca su propio honor.

La palabra honor está arraigada en valor y gloria. Tu actitud de honrar a tu prójimo lo eleva por encima de tus deseos, opiniones, y modos, y en lugar, te ofrece una posición de gran consideración. 

El honrar y estimar a tu prójimo presiona fuertemente contra la oscuridad del campo espiritual que presenta una energía casi tangible al darle a esa persona espacio para ser tal como fue creado por Dios. Amor, en la forma de honor expresado hacia tu prójimo, por consiguiente, honra a Dios y hace espacio para Él.  

Darle honor a alguien, especialmente cuando no lo merece, permite que la compasión milagrosa de Dios invada nuestros corazones para que podamos ver a esa persona tal como Él lo/la ve — elegida, amado, y altamente estimado, creada en Su propia imagen. Nuestra demostración de Su amor por ellos construye un lugar de confianza, seguridad, y protección. 

Cuando entendemos y aceptamos el valor inmenso que Dios nos ha dado, entonces tenemos la capacidad y voluntad de honrar a los demás por Su fortaleza, no importa lo difíciles que sean.  

“Por eso, es necesario que se acepten unos a otros tal como son, así como Cristo los aceptó a ustedes. Así, todos alabarán a Dios.” Romanos 15:7

Citas Bíblicas para estudiar:

Marcos 8:35-36
Romanos 1:12
Romanos 7:20
Romanos 12:19-20
Romanos 15:7
Filipenses 2:1-4

Amén

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DIRECTORIO MÉDICO – SALUD – BELLEZA – FITNESS – BEBE Y MAMÁ – MENTE SANA

Consuelo: Día 3 – Salmos 119:76 – Nov 2

Someterse a Dios, recibir consuelo

El consuelo no se gana, se recibe. No tenemos que ganarlo. Podemos tenerlo buscando a Dios, pero es algo que Dios nos da en su amor y lo recibimos. Es un regalo y una promesa de Dios para nosotros.

De acuerdo con Salmos 119:76, recibimos el amor reconfortante de Dios como sus siervos. Ser un servidor es someterse a la autoridad de otra persona, aceptar la autoridad de otra persona sobre nosotros. Nos sometemos a quien nos creó; sostenemos que lo que nos ha afectado es justo y justo ante sus ojos. Que él nos fortalece y nos da perseverancia a través de las pruebas que podríamos atravesar. Confía en que pasar por estos tiempos difíciles traerá algo bueno a nuestras vidas.

Como seres humanos, vamos a encontrar que tenemos que someternos a muchas cosas durante nuestras vidas. Tenemos que someternos a las leyes y regulaciones, a nuestros padres cuando somos jóvenes, a nuestros maestros cuando vamos a la escuela, a nuestras autoridades gubernamentales como ciudadanos del país en que vivimos y muchas otras cosas. ¿Te encuentras más seguro cuando te sometes a ciertas reglas y normas? Si tu respuesta fue sí, tienes razón. Eso se debe a que están destinadas a hacernos sentir más seguros. Tienen el propósito de ayudarnos a vivir nuestras vidas con cierto orden y comodidad.

Cuando nos sometemos al amor de Dios, encontramos consuelo. Si miramos la historia del hijo pródigo en la Biblia, descubriremos que cuando el hijo regresa, se somete a su padre y en esa sumisión, encuentra amor, consuelo, perdón, esperanza y alegría. El padre no lo dejó allí solo, pero lo encontró a medio camino. Lo mismo sucede cuando nos sometemos al amor y al perdón de Dios. Nos encuentra a medio camino, él nos da el regalo de su amor y consuelo. Él nos devuelve nuestra alegría y felicidad.

Mi oración hoy es que podamos aprender a someternos a la voluntad de Dios y aceptar que cualquier sufrimiento o prueba que podamos enfrentar nos acercará a su amor y consuelo. Que podamos ser capaces de comprender que someternos a Dios no significa que perdamos parte de nuestra libertad, sino que ganamos libertad al vivir completamente entregados a su amor y consuelo.

Citas Bíblicas para estudiar:

Salmos 119:73-76
Lucas 15:20-24

Amén

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¿Qué hacer cuando las cosas no salen bien?

Todos poseemos recursos para sacar lo mejor cuando las cosas se complican o no se cumplen nuestras expectativas. ¿Cómo transformar ese bache en una oportunidad?.

Con frecuencia, circunstancias que a priori son valoradas como negativas o adversas devienen en oportunidades o conllevan efectos beneficiosos o positivos.

  • Alguien se recupera en el hospital tras un accidente de tráfico y allí encuentra, sin buscarlo, el «amor de su vida».
  • Otra persona creía desesperar cuando su pareja le abandonó y con el tiempo y la distancia comprende cuán limitada había sido aquella relación y cuánto han mejorado sus días desde el fatídico momento.
  • La crisis económica está reactivando, en muchas personas, la capacidad de aprovechar mejor los recursos y de aguzar el ingenio.
  • Gracias al embotellamiento de tráfico que hizo que se llegara tarde al trabajo encontramos a un viejo amigo al que hacía mucho que no veíamos…

¿Cuántas cosas buenas pueden ocurrir después de perder algo que anhelábamos lograr o retener?

Son muchos los relatos de gente que «ha ganado después de perder» y que quedan sintetizados en citas, refranes e incluso cuentos.

Entre estos últimos destaca ese ya casi universal sobre un joven campesino que se libra de ir a la guerra porque el día antes se había caído del caballo rompiéndose la pierna, ante la indiferencia de su padre, que de entrada no juzgaba negativo el accidente ni positiva su exclusión de filas.

¿Realidad, leyenda, destino? ¿Qué hay de verdad en todo ello?

Educar una mirada

Pero seamos prácticos: está claro que doscientas personas no pierden el avión que se estrella justo después del despegue y que la lotería no le toca a todo el que compra un boleto. ¿Dónde reside, pues, la sabiduría del refrán popular que insiste en el hecho de que «no hay mal que por bien no venga»? Probablemente la clave radique en la propia mirada.

Refranes como el que mencionábamos, o el de «a mal tiempo, buena cara» son un canto a la esperanza, una incitación a aguzar una mirada positiva porque ella es, justamente, la que otorga la fuerza para adaptarse mejor a los reveses, gestionar la frustración con creatividad y enfrentar con entereza los acontecimientos más dolorosos.

«Todo acontecimiento conlleva algún beneficio para ti; basta con que lo busques«, nos recuerda Epicteto, un filosófo griego que fue esclavo durante parte de su vida en Roma.

Hay personas que han desarrollado la capacidad de ver la parte luminosa y positiva de las situaciones: las felices, las adversas y las neutras. ¿Cómo llegar a ser una de ellas?

Ningún efecto está garantizado –ni los buenos ni los malos–; no podemos controlar aquello que nos sucede pero sí nuestra actitud ante ello. Centrarse en lo que se puede hacer y enfocar la percepción en lo positivo hace surgir los propios recursos de un modo que acaba resultando más útil.

Sobreponerse a una decepción

Las cosas no siempre acaban bien o no siempre cumplen las expectativas previas. Pero, ¿significa eso que han acabado mal?

Los acontecimientos, en sí mismos, son neutros. Cuando contrarían las propias expectativas suelen etiquetarse como «malos», o incluso como «peores» si la brecha entre lo que se espera y la realidad resulta excesiva.

Sucede así tanto con los reveses y las dificultades cotidianas como con las situaciones más traumáticas aunque, desde luego, estas últimas nos afectan de una manera más brutal y, sin duda, son mucho más difíciles de manejar.

Por más que intentemos planificar, prevenir o controlar las cosas, la experiencia demuestra que se tiene infinitamente menos poder sobre los acontecimientos de lo que se desearía. La adversidad y los reveses de la vida son inevitables; decidir qué se hace a continuación es lo único que nos es dado gestionar.

Sabiendo esto, ¿por qué, pues, seguimos sorprendiéndonos desagradablemente cuando las cosas no son como las hemos imaginado?

Porque somos humanos y, en nuestra especie, el miedo al sufrimiento y al cambio es algo poderoso y ancestral. Se teme perder todo cuanto aporta seguridad y se rehúye la posibilidad de que las cosas se tuerzan o sean casi imposibles de subsanar.

Por eso es importante tratar de mejorar pero también tratarse a uno mismo con bondad, paciencia y compasión. Si el miedo es inevitable, no nos enfademos por ello; veamos, en cambio, cómo podemos afrontarlo.

Sea cual sea la intensidad de la circunstancia adversa, toda dificultad nos pone a prueba, obliga a ser creativo, a agudizar los sentidos, a volver la mirada hacia dentro en busca de los propios recursos y de las habilidades escondidas; unas veces para sentirse mejor; otras, simplemente para sobrevivir.

«El talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad», escribió Goethe. Esto invita a reflexionar sobre la paradoja de que el sufrimiento aliente el aprendizaje y el crecimiento.

En una ocasión Jung felicitó a un amigo que se había quedado sin trabajo y sufría además un desengaño sentimental. Tras esa desconcertante enhorabuena, Jung le explicó que gracias a eso podría dedicarse a su desarrollo personal, algo que tal vez no habría hecho si todo en su vida rodase a la perfección.

En palabras de Alexandre Jollien, un filósofo contemporáneo con parálisis cerebral desde su nacimiento: «Es bien cierto que las dificultades con las que te encuentras pueden resultar formativas y que un hombre con un poco de cordura sacará más provecho de ellas que consultando obras eruditas».

¿Quieres acabar con una mala racha? NO LA ALIMENTES

Cuando las cosas no son como uno pensaba, cuando definitivamente van mal, dejarse llevar por la rabia o la frustración añade un sufrimiento extra que, mantenido en el tiempo, suele contribuir a enredar más las cosas.

A partir de ese estado emocional, es más fácil tomar decisiones impulsivas y menos útiles, o favorecer que los demás se alejen de uno, con lo que se malogra la principal fuente de apoyo. Esa mezcla de resentimiento e impulsividad puede desencadenar una mezcla de acciones y efectos de signo negativo difíciles de explicar.

Existen momentos en la vida en que todo parece confabularse en contra. Parece cierto que nadie lo ha buscado, pero cabría preguntarse: ¿nuestra actitud contribuye de algún modo a ello?

Debemos al dramaturgo inglés Charles Reade esta famosa reflexión: «Observa tus pensamientos, porque se convierten en palabras. Observa tus palabras, porque se convierten en acciones. Observa tus acciones, porque se convierten en hábitos. Observa tus hábitos, porque se convierten en tu personalidad. Observa tu personalidad, porque se convierte en tu destino«.

Si las cosas no han acontecido como esperábamos, ya no pueden ser de otra manera… Una persona puede quejarse, lamentarse sin cesar, entristecerse hasta la parálisis, dejarse llenar de ira o de indignación hasta el infarto, o bien aceptar la situación y ver de qué modo puede manejarla lo mejor posible y sacar provecho de ella.

Como dice Alexandre Jollien: «La vida –la experiencia concreta– nos da las armas para encontrar soluciones, soluciones que surgen poco a poco, a raíz de un diálogo: con los amigos, con la gente más cercana pero, sobre todo, con uno mismo».

También es necesario ir más allá del incidente y no limitarse a reaccionar de manera irreflexiva; conviene detenerse a pensar, a preguntarse por los recursos con los que uno cuenta, por lo que podría hacer y sus efectos.

Pero, dicho esto, ¿y si fuésemos capaces de mantener una mirada limpia de etiquetas que nos permitiese dejarnos sorprender? Lo positivo, los aprendizajes, están ahí, junto a todo lo demás: es solo cuestión de estar receptivo, de no cerrarse.

Luz y sombra coexisten, ¿por qué, pues, obcecarse con la oscuridad? ¿Cuántas cosas buenas nos habrán pasado desapercibidas simplemente porque estábamos demasiado ocupados en alimentar la rabia y la frustración porque las cosas no salían como nosotros creíamos que debían salir?.

Cómo adoptar una perspectiva constructiva

Este revés que se ha sufrido, ¿qué cosas positivas ha permitido ver, sentir y experimentar? Plantearse este tipo de preguntas una y otra vez, día a día, contribuirá a generar el hábito de sacarle provecho a las cosas, es decir, a la vida misma.

En la mayoría de los casos, la capacidad de encontrar cosas positivas a la adversidad se aprecia mejor una vez que la situación ha sido resuelta o manejada. Cuando todo ha concluido es más fácil sentarse a reflexionar sobre lo que ha pasado, a evaluar el resultado del propio esfuerzo, a buscar y otorgar un sentido a la experiencia vivida.

En este proceso es muy importante que la persona pueda centrarse en resaltar todo cuanto haya hecho para resolver con éxito la situación –enfocarse en los recursos propios– y en todas aquellas ayudas que ha podido tener.

La gratitud ayuda a apreciar la belleza y los aspectos positivos de cualquier circunstancia; permite aprender y crecer con la adversidad.

Nada puede lograrse sin la participación directa o indirecta de otras personas. Pensar en ello nos hace más humildes, lo que permite aprender más y suaviza la pena. Eso implica reconocer quiénes y de qué manera han colaborado en el manejo exitoso de la situación, aunque el «éxito» solo implique que uno se ha hecho capaz de convivir con una situación inmodificable.

La queja no ayuda; lo que ha acontecido ya no puede evitarse. Es mejor preguntarse qué puede hacer uno para resolverlo o para convivir con ello. Es útil esforzarse en hallar tres cosas positivas de cada situación inesperada o negativa. Conviene hallar respuesta a preguntas del tipo:

  • ¿Cómo se encaró la dificultad?
  • ¿Qué resultó útil?
  • ¿Qué reconfortó?
  • ¿Qué aportó esperanza?
  • ¿Qué ayudó a perseverar? ¿A resistir?
  • ¿Qué queda de bueno después de todo?

Muchas personas, después de esta reflexión, sienten una gran sensación de triunfo. Si eso ocurre, es muy buena señal, ¡disfrutémosla! Esta sensación es una parte importante del proceso de ganar resistencia y fortaleza psicológica (resiliencia, de hecho); conviene alegrarse por ello.

La Esperanza como motor

Decía José Luis Martín Descalzo, sacerdote y escritor, que «nunca están cerradas todas las puertas mientras estemos vivos». Resulta difícil de explicar pero, sin esperanza, nada acaba siendo posible.

Quizá porque los seres humanos somos animales semánticos: necesitamos que las cosas, nuestras acciones y nuestros anhelos tengan sentido. Y la esperanza es uno de los ingredientes clave en esa búsqueda de sentido.

Esta claro que no se trata de generar falsas expectativas ni de alimentar el llamado «pensamiento mágico», pero cuando la vida aprieta mucho un exceso de «realismo» puede ser, literalmente, mortal. La esperanza es la que ayuda a perseverar en el esfuerzo, a creer que vale la pena seguir luchando, esforzándose en aprender de cualquier situación.

Esta es la razón por la que, ante la adversidad, tantas generaciones han repetido una y otra vez aquel refrán popular que dice: no hay mal que por bien no venga.

«Hasta en la herida hay virtud curativa», afirmó Nietzsche, y las personas necesitamos creer en ello porque eso no solo impulsa la propia capacidad de afrontar las situaciones difíciles sino también la de acabar siendo mejores personas después de la tempestad.

No hay que ir muy lejos en busca de la esperanza porque, como cualquier cosa positiva de nuestra vida, esta ya nos acompaña. Y, del mismo modo que nadie encuentra lo que no busca, todos necesitamos recordar aquello que olvidamos mirar.

12 Claves para salir adelante cuando algo va mal

Aumentar la capacidad para aprender de cada circunstancia y de encontrarle su lado bueno es una cuestión de actitud. Tener presentes estos 12 consejos nos ayudará a desarrollar la resiliencia, una enorme fortaleza en situaciones complicadas:

  1. Distingue entre aquello que depende de ti y lo que depende de otras personas o circunstancias sobre las que no tienes control. Céntrate en lo que puedes hacer o decidir.
  2. No te resignes; adopta una actitud activa. Confía en que las soluciones irán surgiendo paulatinamente, momento a momento, día a día.
  3. Permítete sentir la frustración o la emoción intensa, pero sin dejar que esta se apodere de ti y te paralice.
  4. Ten presente cuál es la meta; define para qué o por qué deseas esforzarte y continúa haciéndolo.
  5. Alimenta la esperanza, pues ella otorga la fuerza para seguir adelante. Piensa que todo es posible, que todo saldrá bien, que el sufrimiento o los reveses no duran eternamente.
  6. Confía en ti, en tus propias capacidades. Cada persona lleva las soluciones dentro; solo necesitas que estas puedan salir a la luz.
  7. Recuerda que las dificultades pueden resultar formativas; sacarles provecho depende de ti. Cada revés ofrece la oportunidad de mirar hacia dentro e invocar los recursos íntimos. Las pruebas que soportamos nos muestran nuestra fuerza.
  8. Exigir que los acontecimientos sucedan como deseas conduce fácilmente a la frustración: evita esas expectativas, o al menos acéptalas como lo que son: solo un posible resultado.
  9. Busca la belleza, incluso en las situaciones más duras. ¿Quién ha dicho que lo «malo» es solo malo? Mejor déjate sorprender por la vida.
  10. Cuando la circunstancia adversa haya concluido o durante la misma, fíjate en todo cuanto has hecho para resistir y resolverla. Disfruta, si surge, de la sensación de triunfo.
  11. Pregúntate qué ha significado la experiencia para ti, qué has aprendido con ella.
  12. No dejes pasar la oportunidad de agradecer la ayuda o el afecto recibidos. Cuando no sea posible expresárselo a los demás, puedes hacerlo, al menos, internamente.

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«Hasta aquí todo Dios» – 1 Samuel 7:12 – Feb 4

«Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová»

Después que los israelitas lograron una victoria desconcertante sobre los filisteos, el profeta Samuel construyó un altar y lo llamó Ebenezer, lo que significa que el Señor los había ayudado hasta ese momento. El altar era una forma de decirle a la gente: «El Dios que lo hizo antes puede hacerlo de nuevo».

Todos necesitamos un Ebenezer, un recordatorio de que el Dios que nos trajo hasta aquí nos llevará hasta donde Él quiera.

Que el Dios que hizo esto hará mucho más. Un Ebenezer es una forma de reconocer y celebrar el éxito que Dios nos ha dado a lo largo del camino en la búsqueda de nuestro sueño.

Después que nuestra iglesia construyó la cafetería en Capitol Hill, decidimos llamarla Ebenezer. Teníamos miedo de que algunas personas la asociaran con el oscuro personaje Ebenezer Scrooge, pero era un riesgo que valía la pena correr. Hubo tantos milagros en el proceso de compra, rezonificación y construcción de la cafetería que quisimos darle un nombre apropiado.

En las fundas de café en Ebenezer, hay una referencia de las Escrituras que se parece a un código SKU (Unidad de mantenimiento de almacén), es 1SAM712 (la cita bíblica donde aparece la palabra Ebenezer). Además hay las siglas SFSG, que corresponden a la frase en inglés: «So Far So God» [que en español es «Hasta aquí todo va bien»].

En cada travesía ideal, hay momentos Ebenezer. Tienes que celebrarlos construyendo altares. Por eso, tienes que rodearte con esos símbolos de vida; para que no olvides lo que Dios quiere que recuerdes.

No creo que nuestra mayor deficiencia sea no sentirnos suficientemente mal por lo erróneo que hemos hecho. Creo que nuestra mayor deficiencia es no sentirnos lo suficientemente bien con lo que Dios ha hecho bien. Cuando menospreciamos eso, no alcanzamos la gloria de Dios.

Una de las cosas que la ley del Antiguo Testamento ordena es una celebración de siete días (Levítico 23:39-43). Pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que celebraste algo durante siete días? Dios desafió a los israelitas a que celebraran por más tiempo y a celebrar mejor. ¡Es como que te ordenaran comer pasteles!

Y Dios no solo ordenó celebraciones de una semana. También ordenó una luna de miel de un año para los recién casados ​​(Deuteronomio 24: 5). ¡Buenísimo!

Necesitamos celebrar más.

Necesitamos celebrar mejor.

¿Por qué? Porque hasta aquí el Señor nos ha ayudado.

¿Qué victorias de las que Dios te dio puedes celebrar mientras persigues tu objetivo?

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ALIMENTACIÓN: Alimenta bien tu cerebro

Algunas pautas alimentarias favorecen al cerebro al cubrir sus necesidades y protegerlo del estrés y del envejecimiento. Descubre lo que más le conviene para disfrutar de una buena salud mental y emocional.

Agotamiento, falta de concentración, estrés, irritabilidad, mal humor, confusión, olvidos frecuentes, impulsividad, bajo rendimiento… Quien más quien menos, todos transitamos por estos territorios en algún momento u otro. ¿Tendrá algo que ver con lo que comemos? Se trata, sin duda, de estados complejos que pueden responder a muy distintas causas, pero a veces la explicación puede estar en lo que se pone en el plato.

La relación entre el bienestar y la alimentación no se reduce únicamente a los placeres derivados del comer. La experiencia y la forma de estar en el mundo dependen del cerebro, que como cualquier otro órgano necesita diferentes nutrientes para funcionar con la máxima eficiencia.

Nos hemos acostumbrado a hablar de «alimentación cardiosaludable» pero también, a pesar de las limitaciones en los conocimientos actuales, se podría hablar de «alimentación neurosaludable». Además, parece que ambas van de la mano. Todo apunta a un consejo clásico: «Tranquilidad y buenos alimentos».

1. Moderación ante todo

Ni poco ni demasiado: esta es la fina franja del equilibrio. Y en lo que a nutrición se refiere uno de los equilibrios más importante es el energético. En una época de gran disponibilidad alimentaria, de calorías vacías y cultura del sofá, ha sorprendido la noticia de que en toda la escala biológica, desde las levaduras hasta los seres humanos, el envejecimiento cerebral se frena con la restricción calórica de la dieta.

De ese modo las funciones cognitivas se mantienen a más largo plazo, ya que se reduce el daño del estrés oxidativo. El tópico del «gordito feliz», lógico para tiempos de escasez, ya no encaja en nuestro tiempo. Hoy la salud y el bienestar se alinean con la moderación.

Para reducir calorías de la dieta de manera saludable se pueden eliminar alimentos prescindibles como el azúcar, los refrescos, las mermeladas, etc., y también alimentos ricos en grasas saturadas, como mantequilla, nata, bollería… Por supuesto, el ejercicio físico adaptado a las capacidades personales aumenta el gasto energético, contribuye a la salud cerebral y favorece un buen estado de ánimo.

2. Nivel de glucosa estable

El cerebro es un órgano costoso de mantener. Necesita una gran cantidad de energía para poder llevar a cabo todas sus funciones. Su consumo energético diario es de unas 400 calorías, lo que representa un 25% del metabolismo basal. A diferencia de lo que ocurre con las células de otros órganos, las células del cerebro dependen del suministro de glucosa, que es su combustible fundamental. Por sí solo consume cada día entre 100 y 120 gramos de glucosa. Su disponibilidad es tan importante que todo el metabolismo energético gira alrededor del mantenimiento de la glucemia (concentración de glucosa en la sangre).

La dependencia constante y directa que tiene el cerebro respecto a la glucosa queda demostrada con los síntomas de la hipoglucemia, que es el descenso de la glucosa sanguínea por debajo de 60 mg/dL. Estos síntomas se presentan de forma rápida y varían de una persona a otra. Los más usuales son sudoración, palpitaciones, nerviosismo, debilidad, sensación de hambre y cambios en el comportamiento. Si no se corrige la situación puede aparecer visión borrosa, dificultad para hablar, confusión mental y pérdida de conocimiento.

Hoy se considera que un nivel de glucemia estable es el más favorable para las funciones mentales. Así pues, lo que interesa es que haya siempre disponibilidad de este «combustible». Dos cuestiones importantes en este sentido son, por un lado, el tipo de hidratos de carbono de la dieta y cómo se ingieren, y por otro, la distribución de ingestas a lo largo del día.

Elegir bien los Hidratos de Carbono

No todos los hidratos de carbono actúan igual en el organismo. Lo interesante es que ofrezcan una disponibilidad progresiva de glucosa, en lugar de picos elevados. La visión simplista de antaño de que los azúcares se absorbían rápido y los hidratos de carbono complejos, de manera lenta, ya no se sostiene. La aparición de conceptos como índice glucémico (IG) y carga glucémica (CG) han incorporado complejidad y rigor a esta cuestión. Hoy se sabe que los factores que intervienen en la velocidad de absorción de los hidratos de carbono de un alimento son muchos y variados: procesamiento, tipo de fibra, grado de madurez, textura, forma de cocción… y también su estructura.

En la práctica, se aconseja consumir habitualmente alimentos con IG bajo (legumbres, frutas, avena y pastas alimentarias) y sustituir los alimentos con IG elevado por otros con IG menor, por ejemplo, cereales de desayuno a base de avena, cebada y salvado o pan con cereales en lugar de pan blanco. Tomándolos siempre en el contexto de comidas variadas y respetando la recomendación diaria de ingesta de hidratos de carbono.

Se suele proponer que se ingiera un 20-25% del total de calorías diarias en el desayuno, un 40-45% en la comida del mediodía y un 30-35% en la cena. Si se añade un 10% para una merienda se puede reducir un 5% de la comida y otro 5% de la cena. Especialmente importante es desayunar bien, aportando hidratos de carbono tras el ayuno nocturno. Se ha observado, por ejemplo, que los niños que comen al levantarse por la mañana rinden más en clase que los que van a la escuela en ayunas.

3. Grasas de Calidad para el cerebro

Las recomendaciones actuales señalan que las grasas deben aportar un 30% del total energético (unos 65-70 gramos diarios para una dieta de 2.000 calorías). También se aconseja que las saturadas no sobrepasen la tercera parte de las grasas ingeridas. El predominio debe ser, pues, para las grasas insaturadas. Entre estas, se consideran de particular interés los ácidos grasos omega-3 (sobre todo EPA y DHA).

Las dietas deficitarias en omega-3 afectan a la estructura y el funcionamiento del cerebro y al aprendizaje y la conducta. Hay autores que consideran que pueden estar implicados en la depresión y el declive cognitivo del envejecimiento, y parecen jugar un papel en la prevención del estrés, la demencia o el Alzheimer.

La Asociación Internacional para el Estudio de los Ácidos Grasos y Lípidos (ISAGSL) recomienda una ingesta diaria de EPA y DHA de 650 mg, y un mínimo de 100 mg. Estas cifras solo se alcanzan en personas que comen pescado y otros alimentos marinos de manera habitual.

No hay alimentos vegetales con un contenido en grasas similar al del pescado, pero los hay ricos en ácido alfa-linolénico, precursor del EPA y DHA (aceites de germen de trigo y de soja, nueces…). Al ingerir alimentos con ácido alfa-linolénico, una parte del mismo es utilizada por las células para sintetizar EPA y DHA, pero la ingesta de alimentos que ya los contengan acelera su disponibilidad por parte del organismo.

4. Proteínas para sintetizar neurotransmisores

Las proteínas necesarias se pueden encontrar en alimentos como huevos, productos lácteos, legumbres, cereales y frutos secos. El cerebro se sirve de sus piezas básicas, los aminoácidos, para el mantenimiento de sus propias estructuras y para elaborar los «mensajeros» con los que las neuronas se comunican entre sí, los llamados neurotransmisores.

Muchos de estos neurotransmisores se sintetizan a partir de aminoácidos (como la dopamina, la serotonina, la histamina y el GABA) y, de hecho, varios aminoácidos son en sí mismos neurotransmisores (glutamato, aspartato, glicina, taurina). Existen además neurotransmisores que son péptidos (uniones de unos cuantos aminoácidos).

Las dietas con un contenido elevado de hidratos de carbono y triptófano (por ejemplo, cereales o patatas combinados con leche) pueden favorecer la síntesis de serotonina, que favorece estados de serenidad y paz.

5. Protección antioxidante

Diferentes vitaminas y minerales han demostrado tener una función antioxidante, pero la vitamina C y los betacarotenos son los que mayor protección parecen ofrecer en aspectos tan esenciales del funcionamiento cerebral como el mantenimiento de la memoria y la capacidad de razonamiento.

Es tema de actualidad elposible papel protector de la vitamina E frente a algunos trastornos de la función cerebral, en su condición de antioxidante. En el Alzheimer, por ejemplo, la muerte neuronal se ha asociado a reacciones causadas por la producción de radicales libres y peróxidos, de los que la vitamina E se considera un eficaz neutralizante.

Uno de los objetivos de una dieta saludable es obtener suficientes antioxidantes, lo que se consigue comiendo alimentos variados, preferentemente vegetales, frescos, de calidad, poco manipulados y libres de plaguicidas.

6. Micronutrientes esenciales

El bienestar depende de muchos micronutrientes, aunque no todos presentan el mismo riesgo de deficiencia. Por ejemplo, la falta de ácido fólico, una vitamina que participa en la síntesis de neurotransmisores y de elementos propios de las células nerviosas, constituye un problema nutricional frecuente.

Puesto que los alimentos vegetales, como hortalizas, frutas, legumbres, frutos secos y cereales, son sus mejores fuentes alimentarias, la presencia creciente de alimentos de origen animal en la dieta puede explicar en parte su ingesta insuficiente. Además, también influye el exceso de alimentos manipulados y procesados, ya que los folatos son sensibles a los agentes físico-químicos del entorno.

De extraordinaria importancia para el cerebro es también la vitamina B1, necesaria para la obtención de energía a partir de la glucosa. Deficiencias muy ligeras dan lugar a cansancio, pérdidas de memoria y de capacidad de concentración, y estados de ánimo bajos.

También es fundamental el equilibrio de los diferentes minerales. La deficiencia de yodo afecta al desarrollo morfológico, neurológico e intelectual de la persona desde el crecimiento fetal. En el caso del hierro, su deficiencia puede repercutir de manera negativa en las capacidades intelectuales y el comportamiento, y dar lugar, por ejemplo, a apatía, somnolencia, irritabilidad o disminución de la atención, lo cual afecta a la memoria y a la capacidad de aprendizaje. Por su parte, la deficiencia de cinc se asocia a irritabilidad, trastornos emocionales, temblores y problemas de equilibrio y de control motor.

También se ha observado que el estrés y el magnesio mantienen estrechas relaciones. Así, el estrés puede provocar un déficit de magnesio mediante mecanismos neurohormonales pero, a su vez, el déficit de magnesio crea un estado de hipersensibilidad al estrés que se observa incluso en los casos de pequeñas deficiencias crónicas.

7. Evita los enemigos del cerebro

Ciertos alimentos son muy comunes hoy pero hay evidencias que señalan que hay que ir con mucho cuidado con ellos:

  • El azúcar o sacaras. Aislado de los alimentos, es un hidrato de carbono puro, lo que se conoce como «calorías vacías». Totalmente prescindible desde un punto de vista nutricional, su presencia en la dieta se debe, en lo esencial, al placer que produce. No se aconsejan más de 10 g diarios.
  • El café. Por su estimulante cafeína, es un recurso común para mejorar el rendimiento intelectual. La observación y los datos señalan que, en pequeñas cantidades, se consiguen algunos efectos a corto plazo. Sin embargo, no es la mejor opción para conseguir mejoras de manera habitual. Además, para algunos autores más de tres tazas al día perjudican al estado nervioso y limitan la capacidad de concentración.
  • El alcohol. Es bien conocido que las bebidas alcohólicas ejercen efectos desinhibidores sobre la conducta, pero también que su exceso tiene efectos tóxicos directos sobre las neuronas y puede provocar deficiencias de vitamina B1. A su vez, en los últimos tiempos, han aparecido numerosos estudios que han señalado que pequeñas cantidades de alcohol pueden tener efectos beneficiosos. Todo parece pues quedar en manos de la moderación. Pero, ¿qué se considera un consumo moderado de alcohol? No es fácil de responder ya que los efectos del alcohol varían según la persona y cada órgano. Muchos expertos señalan que 10 g de alcohol diarios para la mujer y 20 g para el hombre se pueden considerar dosis prudentes. Se alcanzan, respectivamente, con un vasito de vino tinto o una jarra de cerveza.

Di no a las «Grasas»

Una amenaza relativamente reciente son las llamadas grasas «trans». Este tipo de grasas puede encontrarse en porcentajes muy pequeños en algunos alimentos naturales, pero sobre todo, son fruto de determinadas manipulaciones a las que son sometidas las grasas naturales, en particular por el proceso conocido como hidrogenación.

Pueden estar presentes en gran variedad de productos que se consumen habitualmente, como pan de molde y panecillos para salchichas o hamburguesas, galletas, pastelería y bollería industrial, cremas de untar, aperitivos, margarinas, helados… Se ha demostrado que estos ácidos grasos «trans» son más perjudiciales que las grasas saturadas, ya que no solo elevan el colesterol LDL (el «malo»), en una proporción similar a estas, sino que también reducen el HDL (el «bueno»).

La Asociación Americana del Corazón (AHA), la mayor sociedad médica del mundo, aconseja desde el año 2006 que la ingesta diaria de grasas «trans» se limite al 1% del total de calorías. Por su parte, la Fundación Española del Corazón, recomienda también reducir al mínimo su consumo y, asimismo, que su ingesta no sobrepase el 1% de las calorías diarias totales. Esto representaría, en una dieta estándar de 2.000 calorías diarias, 2,2 gramos, lo que en la práctica equivale casi a evitarlas. De hecho, muchos expertos proponen tolerancia cero para las grasas «trans».

8. Elige aliados de una mente ágil

El modo en que se piensa y se siente depende en parte de lo que se come. Una alimentación que incluya dosis suficientes de los siguientes nutrientes mejora el rendimiento intelectual, la memoria y el estado de ánimo.

  • Omega-3. Entre 30 y 60 g al día de pescado azul (sardina, caballa, salmón, bonito, atún, trucha, arenque, boquerón…) permiten cubrir las cantidades de omega-3 que se consideran recomendables. Estos ácidos grasos, que se hallan en abundancia en el cerebro, regulan la conectividad dentrítica de las neuronas. Para aprovechar mejor su valor nutricional, es preferible prepararlos al horno o a la plancha.
  • Triptófano. Este aminoácido esencial es un precursor de la serotonina (neurotransmisor fundamental para el estado de ánimo) y de la melatonina, hormona que regula los ritmos de sueño y vigilia. Está presente en quesos, semillas de soja, cacahuetes, trigo, arroz, huevos, carnes y pescados.
  • Vitamina B1 (tiamina). Las vitaminas más importantes para la salud cerebral y el sistema nervioso son las del grupo B. Participan en la formación de neurotransmisores y protegen las células nerviosas. La B1 se encuentra en cereales integrales, germen de trigo, legumbres, nueces y semillas de girasol.
  • Lecitina. Pertenece a la familia de los fosfolípidos, piezas esenciales de las membranas celulares y de las vainas que rodean las neuronas. La lecitina contiene colina, precursor de la acetilcolina, sustancia clave para muchos procesos cerebrales, como la memoria. También resulta fundamental para que los músculos se contraigan de manera adecuada y para controlar el colesterol. Se halla en las habas de soja, la yema del huevo, el pescado y la carne.
  • Polifenoles del té verde. Estos compuestos antioxidantes podrían prevenir el estrés oxidativo del cerebro de forma parecida a como lo hacen los ácidos grasos omega-3. Se ha observado que en poblaciones donde el consumo de té verde es cotidiano, los deterioros cognitivos precoces y las enfermedades neurodegenerativas se retrasan.

9. Hidrata tu cerebro

Deshidratarse conlleva una disminución de la concentración, el rendimiento físico y la memoria a corto plazo, además de aumentar el cansancio y las cefaleas. Para sentirse bien es imprescindible beber el agua necesaria.

El cerebro humano es agua en un 70%. Se suele considerar el agua una cuestión menor en la alimentación, pero su falta compromete seriamente la salud. No reponer los líquidos que se pierden puede provocar dolor de cabeza, mareos, vómitos, estreñimiento, disminución del rendimiento físico y mental, fatiga, aumento del ritmo cardiaco, dificultad visual, pérdida de memoria, disminución de la atención e incremento del tiempo de respuesta ante estímulos visuales. Y con pérdidas superiores a los seis litros la vida empieza a correr peligro.

A pesar de la importancia de mantenerse correctamente hidratado, según el Observatorio de Hidratación y Salud la mayoría de la población española no bebe lo suficiente. Además, niños y ancianos son colectivos que presentan mayor riesgo de deshidratación.

En condiciones normales, una persona adulta elimina, por término medio, unos 2,5 litros de agua al día. Es fundamental que la suma total de las entradas con bebidas y alimentos compense el agua eliminada. Pero las necesidades de agua pueden ser muy distintas de una persona a otra y también pueden cambiar muy rápidamente en una misma persona, pues son muchos los factores que influyen en ellas, como el clima, la actividad laboral, la práctica de deporte o de actividades recreativas, la fiebre, determinadas enfermedades, etc. De ahí la importancia de hacer un seguimiento minucioso de lo que se bebe, que garantice que el cuerpo permanece empapado de este líquido esencial.

Elegir agua preferentemente al resto de bebidas, y a ser posible agua con un adecuado contenido en sales minerales, es uno de los puntos del decálogo para una hidratación saludable de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.

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GUÍA DE VITAMINAS Y MINERALES – NUTRICIÓN – SALUD DE LA AZ

Desintoxica a tu Hij@ de las pantallas

La pandemia ha propiciado un uso excesivo de la tecnología en muchos niños. Podemos tomar algunas medidas para ayudarles a superar esta dependencia que les genera las pantallas.

Durante los meses de confinamiento, debido a las circunstancias especiales que hemos vivido, muchos niños han estado expuestos a más horas de uso de tecnologías de las que serían aconsejables. Entre las clases, los deberes telemáticos, las conexiones con familiares y las horas de ocio, estos pequeños han acabado por depender en exceso de las pantallas.

No resulta extraño que tantos niños hayan caído bajo el influjo de éstas, también a los adultos nos sucede. Los brillos, los colores llamativos y la gratificación inmediata de la mayoría de las apps, son estímulos adictivos contra los que resulta muy difícil luchar.

Esta abundancia de incentivos emocionales ha acabado por provocar, en algunos niños, un enganche excesivo y perjudicial a todo tipo de tecnologías.

De hecho, a pesar de que haya llegado el buen tiempo y de que el confinamiento haya concluido, muchos niños y adolescentes no quieren salir de casa. No solo es que sientan miedo a la enfermedad o que les resulten engorrosas la medidas de prevención (necesarias), sino que también, tras tantos meses encerrados con las pantallas, han acabado organizando las rutinas de su vida a través de éstas. Se han acostumbrado a ellas y ahora, no desean abandonar sus nuevas costumbres ni dejar de recibir los estímulos que le proporcionan.

Medidas para que disminuya su dependencia a las tecnologías

Veamos algunos consejos para disminuir, de forma progresiva y respetuosa, el tiempo de uso de la tecnología.

Aprovechar lo bueno, sin abusar

​No se trata de estigmatizar las pantallas. La tecnología nos ha servido durante el confinamiento y nos sigue siendo muy útil en el presente. Nos ayuda en nuestro trabajo, a estar en contacto con los familiares o amigos que viven lejos y resulta una excelente herramienta educativa y de ocio.

El problema aparece cuando se convierte en una herramienta única y no planteamos otras alternativas. No podemos renegar de ella, pero tampoco debemos abusar. Tenemos que realizar un uso ponderado y procurar ofrecerle a nuestros hijos, para sus actividades de ocio y educación, otras opciones.

Presencia de los Padres

Cuando las pantallas se convierten en sustitutos de la atención y el tiempo con los padres, es más fácil que se transforme en una adicción. Tenemos que evitar utilizar la tecnología como una niñera que entretiene continuamente a los niños.

Nuestra presencia, incluso cuando estén jugando a algún juego o viendo alguna película o serie es muy importante. Compartamos este tiempo con ellos, podemos implicarnos en el juego, hablar sobre la película. Nuestros hijos tienen que sentir que estamos con ellos, que nos interesan sus actividades, que nos implicamos en su vida.

Los padres, el ejemplo

No sirve de nada que queramos desenganchar a nuestros hijos de las pantallas, si ellos ven que sus padres pasan todo el día pegados al móvil y no dejan de consultarlo ni en la playa. El primer paso para que ellos dejen de abusar de la tecnología es que vean en sus padres un ejemplo saludable de su uso.

Leer un libro, dibujar, tocar un instrumento, hacer un puzzle, practicar un deporte, existen miles de alternativas muy divertidas. Sé tú el mejor ejemplo para tu hijo.

Acordar un tiempo de uso

Para evitar el abuso, se puede acordar, entre todos, un tiempo de uso de las pantallas. No se trata de prohibirlas, sino de proponer otras actividades para repartir las horas del día. De esta forma, los niños pueden comprobar que hay vida más allá de las pantallas. Resulta fundamental que cada miembro de la familia, niños y adultos, se comprometa a cumplir este acuerdo.

Crear nuevas rutinas y costumbres

Para evitar estar todo el día pegados a la tecnología, podemos crear nuevas costumbres y rutinas en la familia. Por ejemplo, decretar las horas del desayuno, comida y cena como horario libre de pantallas. Podemos aprovechar estos momentos todos juntos para hablar sobre nuestros temas de interés, charlar sobre la familia, contar anécdotas, planificar salidas todos juntos, etc.

Actividades en familia

Dentro de estas nuevas rutinas podemos programar actividades diarias en familia, cada día de la familia una diferente: pintar juntos, cocinar, leer un libro, pasear, jugar a un juego de mesa, practicar algún deporte, realizar un experimento, etc.

Cualquier niño prefiere a sus padres antes que a la tecnología.

Si le propones hacer alguna actividad conjunta o jugar a algo que le guste, será más fácil que dejen a un lado las pantallas. Recuerda que la atención plena de los padres es el mayor estímulo y la mayor ilusión para un niño.

Conectar con la naturaleza

Al pasar meses encerrados en casa, hemos perdido la conexión con la naturaleza que tanto necesita el ser humano. Volved a salir a pasear por el campo, id a un parque a caminar, disfrutad de un día de playa, montad juntos en bicicleta.

Buscad vuestro momento diario de conexión con la naturaleza en los que podáis compartir juntos estos momentos de relajación alejados de las pantallas.

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DEPORTES – EJERCICIOS – FITNESS – SALUD – SALUD DE LA A-Z

Ejercicios para controlar la Hipertensión Arterial

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Uno de los principales problemas de salud en la vida moderna es la hipertensión, la cual puede conllevar un accidente vascular importante. Por suerte, el deporte puede ser el mejor aliado para combatirla.

Pero, ¿qué deportes? ¿Hay algún tipo de actividad mejor que otra? ¿Es recomendable seguir cierta forma de hacer ejercicio? ¿Cómo mejora nuestra salud con la aplicación del deporte diario? Hoy vemos algunos de estos aspectos y la evidencia existente al respecto.

¿Qué deportes ayudan a bajar la presión arterial?

Antes de nada, es importante entender que la actividad física puede elevar puntualmente la presión arterial. Esto tiene sentido dado que el corazón bombea con más ímpetu para surtir al cuerpo de oxígeno y nutrientes. Sin embargo, en personas hipertensas esta subida podría resultar peligrosa en momentos concretos. Por tanto, en caso de padecer una presión arterial elevada, es importantísimo consultar con un médico, quien podría decidir que es mejor controlarla, primero.

Dicho esto, en unos niveles altos, pero no peligrosos, está más que demostrado que el ejercicio ayuda, en general, a controlar la presión arterial y descender los niveles. No solo esto, también ayuda a mantenerlos a largo plazo. Ocurre tanto con las personas prehipertensas como las personas con hipertensión diagnosticadas.

Entre ellos, tal y como apuntan los estudios, los ejercicios aeróbicos se cuentan entre los más útiles para controlar la hipertensión. Estos, realizados de manera moderada o intensa, son la recomendación médica por defecto. La Organización Mundial de la Salud, así como la Fundación Española del Corazón, que reúne a médicos, profesionales y pacientes relacionados con este tema, recomiendan actividades como bailar, correr, nadar y montar en bicicleta, de 30 a 60 minutos al día y al menos de tres a cinco días por semana.

En general, casi todos los ejercicios aeróbicos, en cantidad suficiente, son la mejor opción para reducir la hipertensión. Entre los más populares está la carrera, por supuesto, pero incluso el senderismo o la marcha pueden ser buenos. Por el contrario, los ejercicios anaeróbicos, la musculación y el entrenamiento funcional se aconsejan con precaución.

¿Qué precauciones hay que tomar en caso de padecer hipertensión?

Además de consultar, en primera instancia, con un médico, normalmente existen algunas prácticas comunes para proteger un cuerpo hipertenso. Lo primero es, indudablemente, tomar el ejercicio físico con mesura y de manera progresiva. Es importante evitar sobreesfuerzos, que resultan peligrosos y del todo inútiles en la práctica deportiva.

Es mejor prevenir y asimilar las cargas de trabajo en el ejercicio con un plan previo, si es posible. Si no, volvemos a insistir en no sobrecargarnos para evitar que nuestra tensión se dispare en un momento puntual. Sobre esta cuestión, volvemos a los ejercicios anaeróbicos: es mejor no hacer ejercicios puramente isométricos o empujar contra un objeto físico.

Estas acciones disparan la tensión rápidamente. Si vamos a muscular es mejor hacerlo de manera progresiva, aunque depende del estado de nuestra presión arterial. Por último, menos directo pero igualmente importante, es conveniente descansar adecuadamente antes y después del ejercicio, mantener una dieta equilibrada y beber mucha agua para mantener unos buenos niveles de hidratación, así como reducir la sal, el alcohol y el tabaco.

Controlar y reducir la hipertensión

La hipertensión consiste en un aumento de la presión arterial. Las arterias suelen endurecerse para soportar una alta presión arterial de manera muy continuada. Aunque puede llegar a provocar algunas complicaciones más graves, como infartos, hemorragias o trombosis, en general, es una patología perfectamente tratable y prevenible. Para hacerlo debemos tener en cuenta algunas ideas básicas, que, de hecho, ya hemos comentado.

Por ejemplo, para modificarla de forma efectiva, las únicas medidas que funcionan son a largo plazo. Entre las primeras están, por supuesto, el perder peso, ya que supone una mejora sustancial en nuestro sistema cardiovascular y metabólico por completo. También ayuda a mejorar la cantidad de grasas que transporta nuestra sangre y el riesgo de sufrir problema cerebrovascular.

Primer plano de la herramienta de manómetro Foto gratis

En ese sentido, es conveniente mejorar nuestros hábitos alimenticios. Optar por más frutas y verduras, más fibra, más agua, menos grasas, nada de azúcares libres ni procesados, entre otras cosas, es el inicio de una dieta mucho mejor para nuestra salud. Si la cantidad de actividad física es suficiente, perfecto. Pero no está de más considerar aumentarla un poquito.

Por último, es importantísimo para combatir la hipertensión proporcionar a nuestro cuerpo un buen descanso. Esto ayudará al metabolismo y nos alejará de la depresión y otros problemas de origen psicológico. Ni qué decir tiene que el alcohol, la cafeína y otros estimulantes, así como la sal, son malos compañeros si padecemos hipertensión.

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